jueves, 7 de noviembre de 2013

Sydney: Ópera House, The Rocks y Circular Quay 5/11/2013

Una vez en el país cogemos un tren desde el aeropuerto hasta la parada de King Cross que está a 200 metros escasos de nuestro hotel, el Springfield Lodge en la calle del mismo nombre. Pese a llegar muy temprano la recepcionista, simpatiquísima, nos permite registrarnos y nos da una habitación. Menos mal, estamos desesperados por ducharnos.
Tras recuperar un aspecto y un olor corporal decente salimos sin perder un instante para visitar la Ópera de Sydney, no vaya a ser que a los australianos les de por quitarla de un momento a otro y cuando lleguemos sea demasiado tarde. En el camino, Victoria Street, las escaleras McElhone, el Harry's Cafe de Wheels que no es más que un kiosco de comida rápida lleno de fotos de famosos que lo han visitado y el Woolloomoolloo Finger Wharf, antiguo embarcadero reconvertido en hilera de restaurantes más bien pijos. Así hasta llegar a los Royal Botanic Gardens & The Domain, pedazo de parque que hay que atravesar y que realmente merece la pena hacerlo con detenimiento. Grandes árboles, jardines, estatuas, senderos, carteles pidiendo al visitante pisar el césped, abrazar a los árboles y oler las flores pero no alimentar a los simpáticos pájaros ibis que están por todos lados. Turistas haciendo fotos y australianos corriendo por doquier. El parque contiene el Museo de Arte de Nueva Gales del Sur (NSW), el Conservatorio de Sydney y el Parlamento de NSW, de acceso libre y gratuito, de hecho llegamos hasta la misma puerta y no vimos ni a un policía.
Y por fin, el icono turístico de la ciudad, la Ópera. Impresiona verla delante tuya, asociando ideas es cuando realmente te das cuenta de que has viajado chorrocientos kilómetros y estás en Australia, porque estás contemplando algo que está inherentemente asociado en tu cerebro a esa palabra, Australia.
La pena es que Sydney ha amanecido nublado y la explanada de delante está en obras, pero lo disfrutamos igual. Fotos, para un lado, para el otro, desde arriba, desde abajo, rodeo por el costado, vuelta, escaleras para arriba, escaleras para abajo, para adentro, para afuera...
Perdón por la foto, está hecha con el móvil y no hace justicia a la realidad.

Detrás del teatro se puede ver el Harbour Bridge, que cruzamos andando para disfrutar de las vistas desde la orilla opuesta.
De nuevo en la orilla sur, dimos un paseo por el muelle, lo que se llama Circular Quay, lleno de gente y restaurantes y puestos de comida, y que alberga el Museo de Arte Contemporáneo, que por supuesto no visitamos, y por el barrio contiguo, The Rocks, el más antiguo de la ciudad, calles irregulares, algunas sólo peatonales por ser estrechos callejones, placas explicando la historia del barrio, buenos restaurantes, gente muy bien vestida,... se nota que hoy en día es un barrio bien. La calle que más me gustó y por eso me quedé con su nombre a pesar de no haberla visto en ninguna guía fue Nurse Walk.
Después de todo esto y aunque sólo eran las 5 y media y que el sol aún estaba bastante alto y que yo tenía aun la excitación del viaje en el cuerpo, tuve que ceder y poner rumbo al hotel para descansar supuestamente un ratito, pero yo sabía que el día acababa ahí. Pobre Vane, hacían casi 48 horas desde que nos habíamos levantado de la cama, y eso que ella había podido dormir algo en el avión, pero entiendo que no todo el mundo es tan apretado como yo que sería capaz de pasarme las próximas tres semanas en vela y andando con tal de no perder un segundo. ¡A dormir!

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