Madrugón en Adelaida para recorrer más de 100 km hasta Cape Jervis y coger el ferry hasta Peneshaw, uno de los dos pueblos de Kangaroo Island, y casi lo perdemos. Nos dejaron entrar por pena, ni por taquilla pasamos para validar el correo electrónico de confirmación que llevábamos.
Aunque se ve cerca y el ferry va que vuela se tarda casi una hora en atravesar el estrecho, la sensación será parecida a cuando se atraviesa el de Gibraltar. Tan cerca lo tengo y he tenido que venir a Australia a hacer algo que nunca he hecho en casa.
Ayer recorrimos la mitad norte de la isla. Playas que con buen tiempo deben estar geniales para darse un baño rodeado de pelícanos y otros pajarillos, bosques para perderse, faros en los que fotografiarse, señales advirtiendo de la presencia de canguros en la carretera, pero no veíamos ninguno, al menos vivo, porque bichos muertos en la calzada se ven a montones, y frescos: pájaros, wallabies, canguros, otros irreconocibles,... es lo que tiene que la isla, de forma alargada, esté atravesada longitudinalmente por dos carreteras de las que ellos llaman "freeway" o autovía y que nosotros llamaríamos carretera nacional en muy bien estado con límite de velocidad de 110 km/h y que haya animales por todos lados, que debe haber un montón de atropellos diarios.
Aparte de las maravillas naturales y la búsqueda de canguros vivos otros alicientes de la isla son visitar las bodegas de vino y las granjas de miel. Pero nosotros pasamos de estas cosas que también podemos hacer en España y no hacemos.
En toda la mañana, aparte de las aves, sólo vimos un lagarto. Pobre bagaje para la fama de la isla y lo que cuesta llegar a ella. Estábamos un poco agobiados por llevar tantos días ya en Australia y no haber visto ningún canguro que sobre la marcha íbamos pensando cómo cambiar lo que nos quedaba de viaje para pasar por alguna ciudad con zoo. Pero no tuvimos que esperar más puesto que después de comer fuimos a una de los "parques de vida salvaje" de la isla. Estos parques no son más que pequeños zoos para que los turistas no nos vayamos de la isla de vacío. Pudimos no sólo ver de cerca sino también acariciar y alimentar de nuestra mano a canguros y koalas, acercarnos a los huidizos wallabies y ver otros animales como wombats, possums, equidnas o emúes.
A partir de aquí la cosa cambió. Como si los animales hubieran percibido antes nuestro nerviosismo y ahora la relajación que nos había quedado tras cumplir con la obligación de todo turista en el país, comenzaron a aparecer por todas partes. Empezaba a atardecer, la hora en que los animales salen en busca de agua y comida, y cada pocos metros nos encontrábamos canguros y wallabies en libertad. Y así, rodeados de vida salvaje llegamos a nuestro hotel-albergue a las puertas del parque natural más importante de la isla, el Flinders Chase. Y después de todo probamos la carne de canguro para cenar. Sí, después de haber sufrido viéndolos atropellados en la carretera y de disfrutar luego acariciándolos y alimentándolos, vamos y nos los comemos. Somos así de malos. No es fácil encontrar carne de canguro en los restaurantes australianos y su sabor no está a la altura de su precio. Me da que los únicos consumidores somos los turistas.
Hoy hemos recorrido la zona sur. Más faros, más playas, más acantilados, más bosques, más animales,... Esta parte es mejor que la de ayer. Además se pueden ver focas en Admiral's Arch
y visitar las Remarkable Rocks, un pegote de granito que ascendió a la isla en forma de lava de un volcán submarino y el tiempo ha ido modelando dándole formas dalinianas
Después de otro día agotador, vuelta en ferry y para Adelaida.
¡Mañana al cálido norte!
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