Y eso finalmente es lo que hemos hecho hoy: tren de dos horas hasta un pueblo llamado Katoomba en el que hemos conocido, como no podía ser de otra forma, personas encantadoras, simpáticas y muy hospitalarias: la gente a la que le hemos pedido ayuda por la calle, los chóferes de los autobuses del pueblo, las camareras de las cafeterías, los trabajadores del parque de las Blue Mountains ¿qué pasa en este país? ¿todo el mundo es feliz? ¿no hay nadie que reparta un poco de malafollá? ¿le echan algo al agua y está todo el mundo bajo los efectos de un psicotrópico?
Bueno, pues el caso es que una vez en Katoomba había que coger un bus hasta los puntos turísticos de las Blue Mountains y justo enfrente de la estación de tren hay una parada con un bus muy bonito que te sabla 25$, menos mal que hemos estado listos, sobre todo Vane, y hemos acabado cogiendo un bus urbano a 2.25$. El bus en cuestión te lleva a un mirador desde donde se pueden contemplar las Three Sisters, tres pedruscos que son la principal atracción de la zona y el tema recurrente de las postales.
Dejando a un lado a estas 3 Hermanas las vistas son espectaculares con montes amesetados en su cima y precipicios verticales y en el fondo del valle un bosque que no deja ver ni un milímetro de suelo de verde y frondoso que es. Y es verdad que estas montañas parecen verse azuladas a lo lejos.
La zona además cuenta con varias rutas de senderismo muy bien acondicionadas y de diferente dificultad, desde un simple paseo por una pasarela de madera apto incluso para las señoras mayores (especialmente orientales) que van al campo vestidas y maquilladas como si fueran a salir a cenar hasta una ruta que rodea todo el valle tras bajar unas escaleras de 900 peldaños y que sólo recomiendan para senderistas fuertes y expertos. Nosotros comenzamos por error esta escalera y cuando nos cansamos como no sabíamos hasta donde iba a llegar ni nada decidimos volvernos, lo cual no sé si fue aún peor porque subir todos los escalones que llevábamos bajados nos dejó con la lengua fuera para el resto del día.Cuando nos cansamos lo suficiente nos fuimos al pequeño parque de atracciones que tienen allí montado. En realidad sólo tienen tres atracciones que hacen camino de ida y vuelta: un telecabina que asciende y desciende por el monte, un teleférico que atraviesa el valle y tiene el suelo de cristal transparente y un tren que sube y baja por donde solían hacerlo las vagonetas de una antigua mina de carbón y que cuenta con el honor de ser el tren con el recorrido más inclinado del mundo. Ninguna de estas atracciones es tan impresionante como parece a primera vista ni dura más de un par de minutos pero se echa un rato entretenido sobre todo paseando mientras se va de una a otra.
Al final del día vuelta en el tren para acabar nuestro último día en Sydney. Si volviera a empezar quizá cambiaría el día de hoy, hemos disfrutado de unas vistas maravillosas pero a cambio de pasar 4 horas en tren y aparte de las vistas el resto es más o menos prescindible. Lo cambiaría por alguna de las cosas que se nos han quedado por ver aquí: el zoo, el acuario o la playa de Manly. Y si fuera dentro de un mes no dudaría en ir al nuevo parque acuático.
¡Y mañana Melbourne!
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