jueves, 1 de noviembre de 2012

La montaña mágica

No sé cómo plantear este comentario sobre La montaña mágica de Thomas Mann porque es fácil que desvele quizá parte del argumento de la novela y no me gustaría. Intentaré ir escribiendo según me vayan viniendo ideas y sensaciones sobre su lectura a la cabeza y luego haré un repaso para eliminar cualquier alusión importante a la trama cuando sea posible sin restar coherencia al resto del escrito. Así que es bastante probable que todo me quede bastante artificial, forzado y soso.

Thomas Mann.
By Nobel Foundation [Public domain],
via Wikimedia Commons
Si alguien me preguntara si le aconsejo leer este libro o si me ha gustado le diría que sí, pero: se me ha hecho (bastante) largo, a ratos interesante, a ratos ligero, a ratos denso y a ratos (ratos bastante largos) muy pesado, por no decir un coñazo. Nada más terminarlo no sentí la pena que me suele dar, como la que se siente ante una despedida, cuando acabo un libro especialmente si me ha gustado mucho o si es muy largo y he pasado mucho tiempo leyéndolo. Me gusta más una vez tengo la idea total en la cabeza, han pasado unos pocos días y he podido pensar en él globalmente, así que tengo la sensación de que me ha gustado pero que no lo he disfrutado. ¿Se me entiende?

Y ahora es cuando viene la parte en que escribiré sobre el libro en sí y tendré que repasar y mutilar después.

Pues La montaña mágica cuenta cómo Hans Castorp, aprovechando que ha llegado el verano y ha terminado sus estudios de ingeniería naval y que aún le quedan tres semanas para incorporarse al trabajo que su influyente familia le ha buscado en unos astilleros, hace una visita a su primo Joachin Ziemssen, un joven militar que desde hace unos meses está ingresado en un sanatorio para tuberculosos en los alpes suizos. Las primeras páginas narran el viaje en tren desde Hamburgo hasta Davos, donde se encuentra el sanatorio. Pese a ser un visitante, Hans Castorp se alojará en el mismo sanatorio y seguirá escrupulosamente las pautas de vida del lugar, reproduciendo exactamente la rutina diaria de los enfermos, la cual consistía en varios ciclos diarios de comer en abundancia, pasear y tumbarse en la terraza de la habitación. Pues aunque la vida diaria en el hospital no es más que eso: comer, pasear, tumbarse, comer, pasear, tumbarse, comer, pasear,... la descripción minuciosa de la primera jornada de Hans Castorp en el sanatorio ocupa un capítulo completo. Y un capítulo de un libro de más de mil páginas dividido en sólo siete capítulos... son muchas páginas.

Basler Sanatorium en Davos.
By unknown (Fundaziun Capauliana in Chur) [Public domain],
via Wikimedia Commons
Durante la estancia en el Sanatorio Internacional Berghof, Hans Castorp conoce a varios personajes con los que discutirá o más bien se dejará sermonear acerca de diferentes temas: el tiempo, el espacio, la eternidad, la vida, la muerte, el amor, la enfermedad, la biología, el arte, la música, la historia, la filosofía, la metafísica, la religión, la parapsicología, la política, la guerra,... pero unos sermones enormes y a veces repetitivos y contradictorios que no sólo le caen a Hans Castorp sino también, obviamente, al lector. Y no sólo por parte de estos personajes y a través del joven Castorp, hay ocasiones en que el autor toma la palabra para detener la acción y soltar una parrafada (o una capitulada, según se mire, porque no va a ser de sólo un párrafo) dirigida directamente al "estimado lector".

El tiempo es un tema fundamental de la novela, Joachin Ziemssen se lo advierte a su primo nada más verlo bajar del tren: el tiempo aquí es distinto que allá abajo, tres semanas pueden parecer mucho pero aquí arriba es una unidad mínima, como un día. No en vano los médicos del hospital recetan y alargan los tiempos de estancia en el hospital a sus pacientes por bloques de seis meses como el que está recetando pastillas para la tos, por lo que todo el que entra allí tiene asegurado pasarse una temporada bastante larga, años, en los que cada día es igual que el anterior y unido a que la separación de las estaciones no está muy clara, lo mismo hace un día de sol en invierno que nieva en verano, se llega a perder por completo la noción del tiempo. Páginas y páginas hablando del tiempo en las que cada párrafo parece decir lo mismo que el anterior y lo mismo que el siguiente y que los tres párrafos de varias páginas más atrás, para luego dar la vuelta, y otra vez a repetir y luego volver al principio. Que si el tiempo es eterno, que si no, que si tiene principio, que si tiene final, que si es largo, que si es corto, que si tiene sentido, que si no lo tiene, que si es lento, que si es rápido... y esto puede seguir así por cuarenta o cincuenta páginas, ahí, del tirón. Y doscientas páginas después, otra vez a hablar del tiempo...

Y lo mismo que con el tiempo ocurre con los demás temas. La muerte y la enfermedad están presentes en toda la novela, los personajes conviven a diario con ambas, es normal, todos están enfermos en menor o mayor grado y ven, o más bien se enteran a posteriori porque la dirección del sanatorio intenta ocultar la agonía, a otros pacientes morir. Esa convivencia hace que la enfermedad se vea no como un estado excepcional del cuerpo sino como algo normal y quizá necesario para poder conocer lo que es la salud en realidad, al igual que conocer la muerte de cerca y normalizarla sería paso imprescindible para aprender y apreciar lo que es la vida. Todo ello a través de reflexiones y discusiones sobre si la enfermedad o estar enfermo es noble o innoble, si es necesaria en la formación moral del individuo, si es un castigo divino u obedece a las leyes de la naturaleza, si es un estado o una circunstancia, si está relacionada con el estado emocional o es sólo algo fisiológico, si la muerte es el final, si hay algo más allá, el destino, el alma, cuándo y cómo empieza la vida, cuando acaba, la diferencia entre la materia viva y la inerte,...

A pesar de que se a menudo menciona el psicoanálisis (disección psíquica), es un tema que finalmente no se trata, al contrario que la parapsicología y los fenómenos paranormales, algo que me ha sorprendido y que me ha parecido que está metido en la historia con calzador.

A la par en importancia de los temas tratados están los personajes principales de la novela ya que son el vehículo a través de los cuales Thomas Mann expone todas estas ideas, bien en sus descripciones, en sus diálogos o en las reflexiones que provocan en Hans Castorp. Así, el doctor Behrens que incita a Castorp a estudiar acerca de la biología y la medicina; el doctor Krokovski que es un experto en psicoanálisis y parapsicología; Joachim que como militar tiene un sentido profundo sentido del deber muy diferente al de su primo civil; la paciente rusa Claudia Chauchat que representa el tema del amor, la sensualidad y el deseo y hace recordar a Hans Castorp a un antiguo compañero de colegio, Pribislav Hippe, por el que sintió una fuerte atracción y por tanto representaría la homosexualidad o la bisexualidad, aunque este tema no es muy tratado sino insinuado; el personaje o excusa utilizada para tratar acerca de la música no es de carne y hueso sino que es un gramófono que compra el hospital para entretener a los pacientes y que fascina al protagonista. Otro personaje que me ha llamado mucho la atencióne es Mynheer Peeperkorn. No aparece por mucho espacio en la novela pero cuando lo hace todo gira alrededor suyo. Todo el sanatorio está como hipnotizado y los enfermos le siguen, no se sabe por qué, pero tiene un gran magnetismo personal y todos callan y escuchan cuando habla a pesar de que no es capaz de decir tres palabras seguidas con coherencia ni de terminar ninguna frase. O sea, que no se le entiende lo que dice, su discurso no tiene sentido, es surrealista, pero todos quieren estar cerca de él, imitarle, seguirle y hacer lo que les ordene. Es como una representación crítica de un profeta o un Mesías, llámese Jesucristo o Mahoma: sean verdad o no sus enseñanzas, las entienda la gente o no, los fieles les siguen ciegamente. Pues igual. Pero este Mesías es al mismo tiempo es una especie de Baco porque su doctrina es la de la fiesta, la diversión, la comida y la bebida.

Sin embargo los personajes más importantes son Setembrini y Naphta. Ludovico Setembrini es quizá el personaje principal de la novela después de Hans Castorp. Es un enfermo italiano que se convierte en el mentor del protagonista al que, aparte de hablar sobre los temas antes mencionados de la vida, la muerte, el tiempo o la enfermedad, alecciona sobre filosofía, humanismo, política, revolución, democracia, progreso,... sus peroratas son las más largas del libro. No está nada contento con el tipo de vida que se lleva en el sanatorio ya que para él es una pérdida de tiempo estar allí sin hacer nada, porque la vida es actividad, es progreso, es avanzar, pero no tiene más remedio por su delicado estado de salud. En contraposición a él aparece Leo Naphta, un judío convertido al catolicismo que ahora pertenece a los jesuítas y que no ha podido alcanzar un alto grado de poder en la orden debido a su enfermedad. Pese a que acusa a Setembrini de burgués, éste vive austeramente y sólo tiene un sólo traje raído que usa a diario tanto en verano como en invierno, mientras que el jesuita, que ha hecho voto de pobreza, vive en una casa de apariencia humilde pero cuyo interior sorprende por su lujo. Si Setembrini defiende a la Humanidad, la cultura clásica, el Renacimiento, la Ilustración, la democracia, la libertad, el progreso del hombre... Naphta encarna la visión oscura de la obediencia ciega a Dios, el absolutismo, el Antiguo Régimen, el totalitarismo,... mezclando ideas propias del comunismo y del fascismo. Un lío. De hecho, hay discusiones en las que uno y otro cambian sus argumentos según convenga a su retórica y para llevar la contraria al otro, por lo que son difíciles de seguir y en muchas ocasiones no se sabe cuál de los dos lleva razón. Tan pronto está defendiendo uno que el espíritu está por encima de lo natural como lo contrario, o diferentes puntos de vista sobre si el individuo es más importante que la colectividad o al revés. Acérrimos enemigos, aunque siempre juntos, el objetivo último de sus discusiones es inculcar al joven Castorp sus ideas. Representan, supongo, las diferentes tendencias políticas y filosóficas de la época, en la que había estados democráticos y totalitarios, jóvenes repúblicas nacidas de una revolución y antiguas monarquías, y ya se estaban gestando nuevos regímenes como el comunismo y el fascismo.

Espero que este comentario-resumen ayude a entender de qué va el libro y qué se va a encontrar uno al abrirlo. Al menos a mí me sirve para explicarme por qué he tardado tanto en terminarlo y por qué unos días la lectura avanzaba a buen ritmo y otros estaba atrancado y sólo era capaz de leer unas pocas páginas si quería comprender todo lo que estaba leyendo y no perderme. Y por qué algunos pasajes son muy entretetenidos y extraordinarios, y otros son, simplemente, un coñazo.

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