Vaya por delante que adoro ambas películas, sobre todo por el riesgo que asumieron, y que el título del post no vincula estrictamente a cada una con el término que viene seguido del punto y seguido, valga la redundancia. Ayer transcurrió la gala de los Oscars número 87 y he de decir que estoy de enhorabuena, por los resultados y por las nominadas en sí, que el cine en general está de enhorabuena, este año ha venido cargado de cintas de calidad, diferentes, casi de autor, si puede utilizarse esa expresión en las alturas donde se mueve Hollywood, y que, sin alargarme por falta de tiempo, voy a expresar pequeñas diferencias que pueden haber entre las dos claras favoritas para alzarse con el Oscar más importante de la noche, a la postre obtenido por Birdman.
Es curioso como cada año nos llegan películas, ya sabemos, de acción, tiros, fuego, derrapes, amor, simulaciones de comedia que no hacen reír ni al más absurdo de los mortales, simulaciones de terror que no hacen gritar ni al fan más acérrimo de Auryn, y un largo etcétera de films que ya sabemos de antemano qué nos van a contar y cómo nos lo van a contar. Digo que es curioso porque en este acabado 2014, justo en el mismo año, se emitieron dos películas que rompían los esquemas narrativos a los que estamos acostumbrados, que innovaban, ofrecían al espectador una oportunidad de pagar los tropecientos euros que vale una entrada de cine y quedara sorprendido por lo que tenía ante sus ojos. Novedades a la hora de la filmación, una porque se tomaba 12 años (reales) grabando metraje y la otra porque quería llevar a cabo que su metraje final fuera en un único plano secuencia, una toma emitida del tirón, sin cortes. Y además de eso eran buenas, serias, realizadas con cuidado. Porque uno puedo tener una idea revolucionaria pero luego no saber plasmarla. Doy por hecho que si estás leyendo esto conoces ambas películas, no porque vaya a soltar spoilers, sino porque no voy a resumir el argumento de cada película. Ya me estoy alargando demasiado.
Decía lo de plasmarlo. Bajo mi punto de vista hacer una película a lo largo de doce años, tomando pellizcos de una vida, robándole trocitos de alma a sus protagonistas, es una idea jodidamente espectacular. Si las películas se encargan de reflejar instantes y escenas de nuestra vida cotidiana, problemas que podamos tener o hayamos tenido, sentirnos identificados y emocionarnos ante la muestra en el espejo de algo que hemos sufrido, hacerlo durante doce años es regalarnos más de una década de esfuerzo, trabajo, sentimientos, y, repito, vida de una familia entera. Porque Boyhood es sinónimo de vida. Una vida (casi) entera para nosotros. Sin freno, caminamos agarrados a su mano y nos afligimos, con cada suceso que les ocurre, a esa familia que podía ser la nuestra. Un verdadero regalo al cine. Solo por lo que decía, por la ternura que nos despierta, la cercanía, la perspectiva de ver pasar el tiempo, de cómo nos afecta, de cómo nos erosiona y engaña, bien podría merecer Boyhood cualquier premio.
El problema es que coincidía con Birdman, la segunda en cuestión, la que fue rodada en un (falseado) único plano secuencia. Seguramente, y seguro dentro de mi aficionada opinión no hay nada, más cerradita que la anterior. Cerradita por los actores, por ejemplo. Las interpretaciones en Birdman son, todas, excepcionales. Keaton, Watts, Stone y para mí, el mejor, Norton, están de sobresaliente. No pueden compararse a Arquette, Hawke y a los niños de Boyhood. Son más viscerales, naturales, llenos de matices. Si hablamos ya de los aspectos técnicos, si pensamos en ello, es precisamente donde más ventaja saca Birdman. Su fotografía y, cómo no, la ejecución de la idea del plano secuencia es perfecta. Acaso no es más difícil realizar una película con tanta precisión que simule la vida durante un par de horas, porque Birdman es eso, una obra de teatro dentro de otra obra de teatro, una rendija que nos permite observar las tropelías que la vida le atiza a su protagonista, o es que acaso no es, decía, más complejo ensartar cada pieza para que encaje y nos embauque que realizar una película a lo largo de doce años. Para mí sí lo es, pero no solo es eso, el cine son sensaciones y me pudo más la sensación placentera de estar ante algo ináudito, siendo tan novedosa Birdman como Boyhood, disfruté más viendo el purgatorio por el que atraviesa nuestro tragi-comediante protagonista.
En Boyhood, gracias a Mason, nos hacemos dueños de partes del tiempo durante algo más de una década. Coleccionamos fotos, recuerdos, vivencias. En Birdman somos el tiempo: vigilante, inerte, sigiloso y atento a los vaivenes de la miserable vida de Riggan. A igualdad de ideas el mismo aroma fresco inmerso de originalidad, la diferencia radica especialmente en la genialidad; la genialidad de Iñárritu. Gracias Alejandro.
Tweet |
0 comentarios:
Publicar un comentario