martes, 14 de octubre de 2014

Hora de aventuras

Hasta hoy no tenía ganas, no había vuelto a buscar la aventura con interés, me sentía cansado, ha sido un verano largo, intenso, lleno de actividad dentro y fuera del trabajo. Estrés. Mucho. Estar además estrenando casa no anima a abandonarla por un tiempo, antes al contrario, piensas que quieres pasar en ella el invierno. Entero. Y más cuando estás esperando el sofá nuevo, ¿ahora que llega me voy a ir? ¿después de tres meses en una butaca de madera voy a renunciar a sus cojines, su firmeza, su suavidad, su comodidad? Tampoco me motiva que cada día me encuentre el mismo mensaje en la nota de tareas domésticas pendientes que siempre hay encima de la mesa: "P.D. Mira el viaje". Y hace que el viaje se convierta en una obligación y no lo miro porque las obligaciones no me gustan y busco la excusa para autoengañarme y escaquearme. Y hasta que no tengo las vacaciones encima no lo miro, más por deber que por placer. En realidad soy así para todo, procrastinador, necesito sentir la presión de un plazo que se acaba para ponerme manos a la obra. Pero ya me he puesto, y ya estoy entusiasmado y revisando los planes que ha empezado a hacer Vane y mirando vuelos y haciendo cuentas y agobiándome porque lo quiero ver todo y no hay tiempo y soy un inconformista y un fatigas para estas cosas, siento que fracaso si me dejo un camino por recorrer, una vista por disfrutar, una foto, mala porque soy un fotógrafo terrible, por hacer. Y ajusto el tiempo al límite, saldría volando nada más acabar el último día de trabajo y volvería para aterrizar en la silla delante de mi ordenador el lunes a las nueve y continuar trabajando como si nada, un correo, un servlet, una llamada, un bug, un bucle, una reunión, diez mil líneas de código más... aunque el viaje de vuelta me haya costado 40 horas de vigilia. Lo importante es alargar la aventura, estirarla a más no poder. Levantarse al alba y no parar hasta entrada la noche. El tiempo no tiene precio. El dinero viene, va, se gana, se pierde, se recibe, se da. El tiempo se va o se pierde. Siempre negativo, nunca positivo. No hay entonces tiempo que perder, ya se pierde él solito. Además espero que este viaje sea muy especial, quizás el primero en el que no vamos solos Vane y yo. Y estoy muy ilusionado. Ya no importa nada más, ni casa, ni sofá, ni comodidad, ni nada. Sólo aviones, hoteles, buses, vacunas, comidas, trenes, mochilas, mapas, fotos. Libertad. Hora de aventuras ya llegó.

1 comentarios:

  1. jajaja, ya se te notaba poco entusiasmo, ahora veo por qué.

    genio de la prosa!

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