miércoles, 17 de octubre de 2012

Moby Dick

Desde pequeño me había resistido no sólo a leer Moby Dick sino a la historia en si. No leí la novela ni ví la película, ni siquiera llegué a abrir una adaptación para niños que me regalaron pese a que durante mi infancia y mi adolescencia leí y releí todos los libros que estaban en mi habitación. Excepto ese. Estaba convencido de que no me iba a gustar y que, aunque tarde o temprano habría que hacerlo, tenía que dejarlo para más adelante. Conocía el argumento, o eso pensaba yo, a grandes rasgos, ¿y quién no?, el relato de la caza de una ballena blanca. Una aventura en el mar a bordo de un barco. No, no me atraía, y no sé por qué motivo porque de hecho mi libro favorito es La isla del tesoro. Sabía el nombre del protagonista, o el que yo pensaba que sería el protagonista, el capitán Ahab, al que aún hoy sigo viendo con la cara de Gregory Peck, seguramente porque alguna vez ví el anuncio de la película en la televisión, y que había perdido su pierna en un anterior intento de dar caza a Moby Dick; sabía que el libro estaba narrado en primera persona por un marinero, Ismael: "Llamadme Ismael..." reza el conocido principio, no es tan universal como "En un lugar de la Mancha..." pero también forma parte de la cultura popular y de lo que yo sabía de este libro, tampoco sé cómo, probablemente una pregunta de Trivial. El nombre del barco, el Pequod, ¿cómo había llegado ese nombre a mi cabeza?, tengo que remitirme de nuevo al Trivial porque si no, no lo entiendo. Compré el libro hace pocos años, el momento se acerca, pensé, y hasta ahora ha estado dando tumbos en las diversas mudanzas por las que he pasado. Hasta que, decidido, lo cogí de la estantería y lo metí en la mochila.

martes, 16 de octubre de 2012

Lo Imposible, promoción y confusión

     En plenos impuestos no debería estar haciendo esto. Te detallo algunas impresiones de Lo Imposible.
     Lo primero es reiterar lo que me produce más urticaria: su éxito en taquilla nos recuerda el axioma de que muchísima gente ve Telecinco. Cuando fuimos el viernes a verla, iba con la mosca detrás de la oreja. Nos llamó M*** para decirnos que no había apenas entradas, que debíamos verla (íbamos seis) separados en tres grupos y bastante hacia adelante, y además que en las sesiones posteriores la sala estaba igual de repleta. Yo propuse posponer el plan, ir un día del espectador para rebajar el precio (y la compañía), pero nada; había que verla ese día sí o sí. El martillo de Telecinco ha hecho estupendamente su trabajo, al igual que con Tadeo Jones, record en salas de cine también.
   
     Todo esto que te digo uno encima lo critica con cierto cargo de conciencia. No sé si alegrarme de todos modos porque la gente vaya al cine, sea a lo que sea (Torrente), dado el estado crítico del cine español, subiéndome al carro de que el fin justifica los medios. Digamos que mi sensación es parecida a cuando se difundió la lectura masiva de El Código da Vinci. Que los borregos lean lo que sea, pero que al menos lean algo.

     Dicho esto, empecemos por algunos, pocos, puntos de vista sobre la película. 
     Juan Antonio Bayona, hasta la fecha, tiene sólo una película publicada. Eso no es malo, ni mucho menos. El problema aparece cuando tu ópera prima (El Orfanato), enfocada hacia el cine de terror psicológico, te deja tan marcado, digo yo, que utilizas música y efectos sonoros (incremento del volumen) en una película que nada tiene que ver con el cine de miedo. Esto desorienta mucho al espectador, escuchando unos sonidos de agitación que históricamente ha notado en otro tipo de películas, no sabe si está viendo Psicosis o un drama familiar.

     Lo Imposible, por otro lado, puede herir la sensibilidad del público. Telecinco emite una retahíla de diversos reportajes, como juntar Naomy Watts con la verdadera María (personaje real en el que se inspiró en su guión Bayona), pero en ningún momento habla del impacto emocional que puede provocar está película en alguien. Como en las diez o doce personas que salieron de la sala de cine donde la vi, o como el niño de 10 años que, sentado tras mi butaca, lloraba desangelado en el minuto 25 del film. Él no lo sabía, ni los consuelos de sus padres, pero aún les quedaba trámite que pasar. Películas de catástrofes hay a montones, pero no hay tantas en las que los primeros 50 minutos sea sufrimiento físico constante de los protagonistas (La pasión de Cristo, véase). De nuevo, confusión, si voy a ver un drama familiar, bien, pero si es Walking Dead, avísame.
     Finalmente, para no extenderme mucho más, hablaré sobre marionetas. Una película que abarca un drama familiar, como he comentado antes, que afronta una crisis brutal de separación, dolor físico, miedo y demás condiciones que un ser humano puede sentir en esas condiciones, no necesita tirar de tanta escena ñoña artificial. Bayona provoca, inventa constantemente situaciones que afecten la sensibilidad del espectador, tratándolo de mero títere de su espectáculo. El público no es un títere, no merece sufrir cincuenta y siete escenas complacientes para aflorar la lágrima fácil. Porque de ésta forma pierden su valor, el fondo, quedan metidas con calzador.
     Me quedo (algo bueno debía tener Lo Imposible) con el interesante Ewan Mc Gregor, acertadísimo como siempre, así como las imágenes que recrean la vivencia de María bajo el agua, mientras el Tsunami le sobrepasa. Muy impactantes. Y poco más de esta película mediocre, que sin el presupuesto, promoción televisiva y reparto de actores hubiera quedado relegada a ser un simple proyecto en algún cajón de un guionista español.

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