Siempre he pensado que estamos condicionados. No lo achaques a mi reciente lectura de Un mundo feliz, de Adolf Huxley (para aquellas, pocas, mínimas personas que lean nuestro joven blog, es una novela que recrea una sociedad distópica, en la que se adoctrina a los seres humanos desde edad temprana para que posean, aunque estéril y vacía, una felicidad continúa). Tampoco me refiero a un condicionamiento publicitario, televisivo, ético o conspirativo de alguna organización encubierta. Es puro reconocimiento cerebral, ese que realizamos cada vez que vemos por primera vez el rostro de una persona.
Cuando era un adolescente y aún estudiaba en el instituto, se me ocurrió la idea de que nuestro comportamiento ante el prójimo está sugestionado por la primera impresión y por el encuadre que de su cara y gestos hacemos. Lo sigo pensando.
Dicen que las mujeres deciden subconscientemente (algunas muy conscientemente) al conocer a un hombre, en los primeros 10 minutos, si va a ser alguien importante o no en su vida. Si se va a acostar con él o si por el contrario simplemente va a pasar al ranking de amigos. Menuda presión.
Puede que ande por ahí la cosa. Puede que solamente haya varios estereotipos de caras; dependiendo de cómo te haya ido anteriormente con estos sujetos, tu interacción sea de una forma u otra. Quizá un sujeto estereotipo D siempre actúe de la misma forma cuando conoce a un sujeto estereotipo H. Yo soy yo y mi circunstancia, decía Ortega y Gasset.
Ya se sabe: la primera impresión es la que cuenta...
ResponderEliminar