sábado, 14 de octubre de 2017

Sueño

A veces sueño, incluso despierto, sobre todo despierto, que entro en casa y suena el teléfono, y descuelgo. O quizá no entro sino que ya estaba allí, no lo sé, sería extraño que estuviera en casa porque llevo ropa de calle pero no me veo entrar y tampoco oigo el teléfono aunque sé que ha sonado porque al momento me veo hablando, escuchando en realidad. Lo que me cuentan desde el otro lado de la línea da para una larga conversación, pero en el sueño la llamada dura muy poco, es igual, la idea está en mi mente, no hace falta más. Tomo aire y resoplo. Una parte consciente de mi ya sabe que estoy soñando, pero no quiere parar, no es la primera vez y sé que la experiencia será placentera, no habrá un mal final o una caída de altura. El teléfono ya no está en mi mano, estiro los brazos en forma de cruz, cierro los ojos, echo la cabeza hacia atrás, respiro profundamente por la nariz y suelto el aire por la boca en un largo soplido. Varias veces. ¡Sí, sí, sí! Recorro la casa. Salgo a la calle, ya estoy en el coche, apenas presto atención a la carretera, los ojos entreabiertos, ni siquiera oigo el motor y no sujeto el volante con firmeza, sólo apoyo los brazos en él. Paro, me bajo y me veo desde atrás frente al mar. Me aproximo a la orilla mientras me voy quitando la ropa, los zapatos, los calcetines, la camisa azul oscuro, el vaquero,… No es verano, no hace calor, la playa está vacía, el cielo es gris pero no hace frío, debe ser primavera o más seguramente principios de otoño. El agua está caliente, como en una bañera, nado sobre mi espalda y me dejo mecer por las olas. Llego a una plaza llena de gente, de toda la gente que conozco: aquellos a los que amo, los que odio, los que me son indiferentes. Me gustaría poder deshacerme de todos con regularidad, cada cierto tiempo, adiós a todos, dejar de reconocerlos al verlos y que ellos dejen de reconocerme a mí, o al menos dejar de verlos, no ver a nadie conocido, ni vecinos, ni amigos, ni primos, hermanos o padres. No tener relación con ellos. Luego volver a recuperar sólo a aquellos a los que realmente he echado de menos y olvidar al resto para siempre. Conocer gente nueva y vuelta a empezar, otra vez todos al olvido. Hace poco perdí el teléfono móvil. Cuando me hice con uno nuevo lo encendí con la esperanza de que estuviera totalmente limpio, desmemoriado, pero no, ahí estaban la mayoría de ellos, los dioses modernos se encargan de recordar y persistir lo que uno no puede retener en la memoria, o no quiere. Me consoló comprobar que dios no es perfecto y más de uno se perdió por el camino. No los echaré de menos. Todo el mundo en la plaza está triste, o intenta aparentarlo, algunos charlan en corros, me miran, se acercan, me abrazan, lloran en mi hombro, me besan, estrechan mi mano. Yo finjo también estar triste, aprieto los dientes, no digo nada, pero por dentro estoy eufórico, feliz, me siento casi libre. No se puede ser libre mientras se ama a otros o se es amado. Y allí están todos los que amo y me aman. A mis favoritos me dan ganas de confesarles la verdad, no os aflijáis, mejor, respirad hondo, sentid este grado más de libertad, reíd conmigo, dejad a éstos, olvidadlos, están fingiendo, nos dan igual. Mi madre se acerca compungida con mi hija en brazos, me la da. No llores, madre, esto es un alivio, así es mejor, de verdad, créeme. Cierro los ojos, acurruco a la niña en mi pecho, me doy la vuelta y echo a correr.
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