A mediados de julio, como sabes, acabé Los renglones torcidos de Dios (¿mayúscula?), de Torcuato Luca de Tena. Te detallo unas pinceladas de mis sensaciones, ya que es de los pocos libros que he leído recientemente que tú aún no has tenido en tus manos. Algo inusual.
Una detective (Alice Gould) que afirma investigar un crimen, se introduce en un psiquiátrico haciéndose pasar por una psicópata con el fin de solucionar tal enigma, y por los derroteros de la salud mental dejarán al lector, a medida que avanza la novela, con la duda de que es lo veraz dentro de la mente de la protagonista. Este es el argumento a groso modo, para más info Wikipedia al rescate.
Podría parecer un argumento algo trillado (¿y cuál no lo está a estas alturas?), principalmente por dos películas hollywoodienses que encarnan una trama bastante similar: Alguien voló sobre el nido del cuco y Shutter Island; mas si bien pueden parecerse si explicamos la historia en pocas líneas, poco tienen que ver en su forma.
Los renglones torcidos de Dios es una novela en dirección clara hacia las miserias del ser, desde una perspectiva humanista. Lo elogiable en sí de la narración es su capacidad para hacernos compadecer o sentir admiración por los enfermos del centro sanitario, siendo partícipes de cuantiosos cuadros clínicos de la psico humana, de su débil rectitud. En este sentido, poco importan otros aspectos; el objeto de si el crimen se resuelve o no queda relegado a un segundo plano desde el comienzo de la misma.
Como antagonista de Alice aparece el director del centro, señalado como un progresista por sus colegas por sus nuevos métodos hacia los pacientes. No quiero destriparte nada, y lo haré si continuo. Sólo indicar que denota cierta vinculación idealista del escritor hacia lo conservador, en ocasiones demasiado evidente.
Lo que podemos recoger de esta novela son los personajes, los enfermos en sí, de los que se impregna la protagonista como un pincel bañado en diferentes colores. Será lo que, en mi opinión, permanezca en nuestros pensamientos cuando alguien nos la recuerde en unos años. Unos personajes, con singulares guiños quijotescos, que no son más de una sociedad que el reflejo de la faltas de ortografía del creador, aquellos renglones torcidos de Dios.